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Conciertos: Peter Hook y Massive Attack

27 octubre, 2010

Y por aquello de que es bueno de vez en cuando levantar la cabeza y echar un vistazo alrededor, inaguro la sección oficial de off-topics de la Línea Dura hablando de conciertos (aprovechando que, mientras nadie se invente una burda excusa para prohibirlo, Youtube y los móviles del público nos ofrecen una estupenda herramienta para dar una impresión fiel de como fueron).

Tan pronto lleva uno dos años seguidos sin ir a ver a un grupo en vivo como sin haberlo planeado se va de concierto dos días seguidos. El pasado jueves 14 de Octubre me llamaron de improviso por la tarde para apauntarme a ver el concierto que Peter Hook, bajista en su día de los Joy Division, daba con una banda para conmemorar el 30 aniversario de la salida del Unknown Pleasures, primer LP del mítico grupo de Manchester, dando un repaso al grueso de su repertorio.

Aparte del indudable interés musical del evento (la cita fue en la madrileña sala Rock-Kitchen, antaño conocida como la Universal-Club, anexo para conciertos pequeños de la que fue la sala Universal de la cercana plaza de Manuel Becerra) la reunión, nunca mejor dicho, tuvo un fuerte factor de reencuentro entre el «paisanaje» que acudía habitualmente a conciertos y locales de este tipo de música hace ya ventimuchos (bastantes) años. Abundaron los reconocimientos por sorpresa, abrazos varios, los «pero tío, qué ha sido de tu vida» y esas cosas, incluyendo caras conocidillas de aquellas que nunca faltaban en estos saraos, como la del pistonero Ambite o el caliguero Urrutia, que no se perdía en su día un concierto de estas lides oscurillas y punkosas.

Incidentalmente, y sin tener nada que ver, ayer el telediario me trajo el recuerdo de otro de los que nunca faltaban en aquellas fiestas y garitos, el rockerísimo fotógrafo Alberto García-Alix, a través de un breve reportaje sobre su estancia y exposición en Pekín. Lo divertido era que al verle recorriendo las calles con sus patillas canosas, la ropa bohemia, y el cuerpo cubierto de tatuajes, se me antojaba como un elemento perfectamente ambientado en el entorno, como un personaje de fábula oriental… mientras que los aficionados a la fotografía chinos que comentaban sus fotos resultaban ser los frutos de la civilización moderna fuera de contexto. No preguntéis, idas de olla que le vienen a uno de vez en cuando.

En cualquier caso, a falta de un Ian Curtis, cantante original del grupo fallecido a primeros de los 80 a causa de una profunda depresión que le llevó al suicidio (ver el logradísimo bio-pic «Control«) el concierto tuvo momentos altamente emocionantes. Y acabar la velada, ya empezando a sucumbir a los efectos del alcohol, por las calles de Madrid camino de las cercanas tascas, agarrado a conocidos de la época, aunque sólo lo fueran de vista, y barruntando el «Love Will Tear Us Apart… Again» bien valía, que duda cabe, cambiar los planes de la noche para una salida improvisada.

Al día siguiente asistí, con la entrada comprada con meses de antelación, al concierto de Massive Attack en el Palacio de Vistalegre, llevándome la primera gran sorpresa con la actuación de la solista Martina Topley-Bird, cantante invitada en el último CD de la banda, Heligoland, y que simultanea su intervención con el grupo con la labor de telonera durante la gira. Con un montaje absolutamente minimalista compuesto básicamente por ella misma, un par de sencillos instrumentos, y «su juguete», un sampleador con el que grababa su propia voz sobre la marcha para usarla como acompañamiento de coros y base rítmica, se metió al público en el bolsillo en cuestión de minutos. Nadie ha subido aparentemente al Youtube ningún fragmento de su show en Madrid, pero sí hay bastantes muestras del resto de la gira. Las más bonitas que he podido encontrar son estas del concierto en Bulgaria el pasado mes de julio:

Y finalmente Massive Attack salió al escenario. Tratar de describir la intensidad contenida de sus actuaciones, tras tantas veces como se les ha podido ver en España, me llevaría a repetir un trilladísimo serial de tópicos. Debo añadir, con todo, que fueron capaces de hacerme olvidar esa perenne sensación de incomodidad, de inhospitabilidad, de sentir que el recinto se empeña, como un ser vivo, en que no se oiga una mierda que siempre me acaba produciendo el Palacio de Vistalegre. Al público, además, le encanto que la Topley-Bird, con quien habían quedado encantados, subiera a cantar varias de las canciones de Heligoland, aparte de clásicos como el Teardrop, por mucha comparación odiosa que se haga con las anteriores cantantes invitadas de la banda. Y como colofón, el cálido recibimiento de la audiencia hizo que se produjera un segundo bis con la canción Karmacoma, cosa que al parecer ha sucedido en muy contadas ocasiones a lo largo de la gira.

Dato a recordar: uno de los mensajes-denuncia a los que la formación nos tiene acostumbrados en sus directos en su espectacular panel luminoso trasero, rigurosamente traducidos al español y adaptados a la actualidad local, lo cual ya es un detalle, era una protesta contra la «ley Sinde» 😛

Dos noches seguidas de pegar botes sin parar pueden acercarle a uno peligrosamente a cruzar la línea dura del límite de su resistencia, pero mientras llega el mes que viene, y con él los Arcade Fire a Madrid, quedo al acecho de otros off-topics, otros conciertos, otras líneas…